El camionero entró en el palacio real y dejó las patatas en la entrada de la puerta de servicio. Nadie acudió a abrir, así que decidió quedarse un rato esperando a que alguien le diera la cara. Salió al jardín y se dedicó a observar a los sapos del estanque, esos animales simpáticos cuyos ojos saltones siempre le habían provocado un asco fascinante. Observó detenidamente a uno y descubrió que llevaba reloj, por lo que, temiendo que se repitiera el cuento, decidió secuestrarlo para salvar a este país de un hipotético aumento de impuestos.
Un guardia de barrio castañea los dientes. Tiene pavor, tiene frío, está destrozado. No encuentra la tarjeta del Día y el descuento es lo único que le permite llegar a final de mes pudiendo pagar la pensión de sus hijos. Pronto amanecerá y los precios del Carrefur le pasan fugazmente por los ojos, uno a uno, como en la lista de Schindler. Acabemos con esta tragedia -masculló- y sucumbió ante las hamburguesas foráneas de McDonald’s.
Sandro de la Pirandolla llegaba tarde al trabajo. Miró al cielo y se preguntó porque había gente puntual y porqué quienes siempre llegaban tarde. El mundo se divide en esas dos mitades, se dijo, y ya estaba harto de estar en la segunda. Así que ni corto ni perezoso, se fue a Cronos. Llamó al timbre y tras ver esa cara pausada le dijo: sálvame, quiero ser de los otros. Y el otro lo invitó a comer lo que había tardado toda la mañana en cocinar.
A veces los insectos se amedrentan. Caen por una fina pendiente, se encojen y se pasan así muchos días, muchas tardes y muchas noches, hasta que un rayo de sol los saca de su letargo. Entonces, emprenden la fila de nuevo y hacen cola para meterse en esas cuevuchas enanas. Allí se fuman un cigarro y comentan la dureza de la vida, comen, se ponen gordos y vuelven a salir. Hasta que una pendiente los zumba de nuevo.
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1 comentario:
Armengol, doctor Andreu, colombófilo, filatélico....
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