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La exposición Quinquis de los 80: Cine, prensa y calle (CCCB,2009) parece haber motivado la inspiración de esta novela. Y no me
extraña, porque fue memorable. Le hizo recordar al autor sus años
mozos y el skyline emocional de aquel imaginario colectivo. Dado que
había estado documentándose sobre la España de la transición
(para su Anatomía de un instante) y siempre salían en las
revistas los quinquis, no pudo resistirse a componer un nuevo relato
con ellos como protagonistas. La autobiografía de Juan José Moreno
Cuenca (Hasta la libertad, ediciones B, 2001) y el libro de memorias Vint-i-cinc
anys i un dia (Arallibres, 2009) del abogado penalista Carles Monguilod, también
fueron otras de las fuentes en las que Cercas se documentó para la
redacción de esta novela potente como el trompo de un 127. Este
mismo mes se ha publicado su edición de bolsillo.
La novela plantea un brillante juego de miradas sobre el asunto
central de la delincuencia juvenil. Se estructura en una serie de
entrevistas, realizadas por un escritor desconocido, que prepara un
libro sobre el atracador más famoso de la época Antonio Gamallo, el
Zarco (obviamente inspirado en el Vaquilla) a varios personajes que
estuvieron relacionados con él. Por un lado, el Inspector Cuenca,
que consiguió empapelarlo por primera vez; o el director
del Centro Penitenciario de Gerona. Por otro, el abogado Ignacio
Cañas, apodado el Gafitas desde que en su juventud integró
efímeramente, la banda de su defendido. Este armazón narrativo en
forma de entrevistas, recuerda la forma de Soldados de
Salamina, en la que el narrador también era un investigador,
pero, en esta ocasión, sirve de mero pretexto para dejar a los
personajes hablar y se limita a hacer las preguntas adecuadas. Tampoco aquí predomina un sermón moralizante. El lector debe sacar
sus propias conclusiones.
El juego semántico que se establece entre los significados de los
nombres o los apodos de los personajes principales
(Gafitas-Zarco-Cuenca) corre paralelo a sus contrapuestas
percepciones de la cuestión profunda que se trata: las causas del delito
y las posibilidades de la reinserción social. La frontera entre las
clases sociales y/o entre lo legal y lo ilegal, identificada por el
protagonista con la serie japonesa La frontera azul (que fue
emitida en el año 1978 en que se desarrolla la primera parte del
relato) también es atravesada por el lector, en varias direcciones,
cada vez que avanza a lo largo de los doce capítulos y el epílogo
que forman esta novela tan fácil de leer como entretenida y
necesaria.
Quizá haya quien le achaque una extensión excesiva como punto
débil, pero la exhaustividad del autor por consignar el periplo
biográfico del personaje sobre el que se indaga, exige el espacio
que le dedica y eso que consigue evitar el morbo que podría haber
suscitado su politoxicomanía. En la nota final, el autor reconoce
que David Trueba leyó un borrador de la novela (y le dio consejos
que le resultaron "utilísimos") Si, finalmente, este o
cualquier otro realizador se animara a filmar una versión
cinematográfica, el texto no le proporcionaría razones para mostrar
una detallada escena con afiladas hipodérmicas intravenosas, al
estilo de las que preparó, por ejemplo, Eloy de la Iglesia para ElPico. La obra no mitifica el consumo de drogas ni tampoco al "alegre bandolero", pero le otorga el lugar (y el tiempo) que se merece dentro de la Literatura (con mayúsculas)
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