
El año pasado por estas fechas
veía la luz en las papelerías, la novela
Sociedad Negra de
Andreu Martín (RBA, premio Crims de tinta, 2012) Su acción se
centra en el intento de las fuerzas de seguridad por averiguar más
información sobre los tejemanejes de los jerarcas de las presuntas
Tríadas chinas en la ciudad de Barcelona. La utilización de un
confidente que indaga demasiado, desencadena una de las matanzas más
escabrosas que se recuerdan en la reciente literatura policial. A
golpe de catana, se abre paso una sórdida narración que repasa el
Chi kung, las peluquerías de final feliz, las tiendas de todo
a cien, el conflicto entre la Nacional y los Mossos d'Esquadra, los
Nuevos Grupos Juveniles Organizados y Violentos, la tortura china,
los casinos, los bancos clandestinos, paseando entre L'Hospitalet y
Santa Coloma. Dice su autor que cuando redactaba el original en
catalán (que se alzó con el galardón literario otorgado por la
Conselleria d'Interior de la Generalitat) no tenía ni idea de la
existencia de la Operación Emperador. La casualidad quiere, a veces,
que realidad y ficción igualen marcadores.

Bastante más antigua,
El
complot mongol, del autor mexicano
Rafael Bernal (Libros del
Asteroide, 2013) data del año 1969 y apareció por primera vez en
España, para nuestra alegría en los últimos meses del año pasado.
Novela fundacional de la policiaca mexicana, relata en poco más de
doscientas páginas, la tensión que vive un pistolero mexicano a
sueldo de la policía cuando es requerido para investigar en
colaboración con el FBI y la KGB una supuesta conspiración china
para asesinar al presidente de los EE.UU. en el DF. Timbas ilegales
de póker, fumaderos de opio, fritanga de wok con unas gotas de agua
de colonia Yardley en el México post-Tlatelolco; técnicas clásicas
de espionaje, farolillos rojos, catálogos ideológicos de pistolas,
política de bloques y trabajo de campo en plena Guerra Fría.
Costumbres chinas transculturadas a través de la conciencia de un
tipo duro clásico, más propenso al brandy que al tequila, con un
sentido del humor muy especial.
Entre ambas obras, media una diferencia de 44 años, y curiosamente ambas siguen un procedimiento semejante, pues mezclan dos voces narrativas: la de un
narrador omniscente y la del propio personaje protagonista. Y, en las dos ficciones, ese protagonista es un satélite de la pasma, no un miembro
regular de los cuerpos de seguridad. Entre todas las inevitables
diferencias, un matiz en esta mezcla: en El complot mongol,
esas voces se encuentran confundidas, por empatía entre narrador
omnisciente y personaje; en Sociedad Negra, las dos voces se
encuentran claramente diferenciadas por capítulos independientes
fechados en relación al delito que se describe. Por otro lado,
también las distingue la manipulación del tiempo del relato: Si en
la obra de Bernal, la cronología de los hechos es natural, los tres
días previos al magnicidio; en la de Martín se producen contínuas
infracciones temporales que desordenan los hechos de la manera más
convienente a la resolución de la trama y las necesidades de la
intriga.
Dos interesantes novelillas de muy recomendable lectura, en que las pesquisas se ciernen sobre
personajes chinos, inmigrantes, desplazados en grandes ciudades. No
en balde, según el horóscopo chino, 2013 fue año de la Serpiente
cuya proverbial astucia es directamente proporcional a la fulminante
toxicidad de su veneno.
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