Josito el Jevi había ido al concierto de Obús dispuesto a saltar en plancha desde el escenario porque sabía que los heavies no iban a dejar que se estrellara contra el suelo. Así que, tras beberse los clásicos litros de cerveza y calimocho, aderezados con varias caladas a algún que otro porro de hachís adulterado, para anestesiarse en previsión de un ocasional error de cálculo, se armó de valor, avanzado el espectáculo, que se celebraba en la desaparecida discoteca Zepelín y comenzó a trepar por la elevada tarima con escasa agilidad, pero excesivo coraje. Consiguió su propósito con algún trabajo, pero sin soltar el envase de plástico que llevaba en la mano izquierda. Una vez arriba, comenzó a dar saltitos al lado del guitarra solista. Levantaba una mano cornuda y agitaba las greñas mientras el público coreaba "...va a estallar el obúúúúúús!". Entonces divisó un botellín al lado del monitor que tenía más cerca. Trasvasó su contenido al recipiente que llevaba vacío, aprovechando el solo de eléctrica. Apuró el brebaje de un trago, lanzó el vaso hacia el respetable, se ajustó sus pantalones elásticos y sin dejar de botar, en una especie de torpe carrerilla de despegue, se aproximó al proscenio. Y saltó con todas sus fuerzas.
Josito el Jevi ya no recuerda nada más. Al atravesar en su vuelo la línea de luz que separaba a los músicos de los espectadores, desapareció. Nadie se percató de tan inexplicable suceso, a excepción del guitarrista, que había perdido su bebida por amor al arte. Nadie sabe dónde fue a parar Josito, porque no recuerda nada. Llegará el día que recuerde que se teletransportó en el tiempo y en el espacio. Viajó hacia atrás varias décadas y muchos kilómetros para golpear con sus huesos y sus carnes sobre la brillante platea del Théâtre des Champs-Elysées, el día 29 de mayo de 1913, justo cuando finalizaba el estreno del ballet ruso Le sacre du primtemps de Igor Fiodoróvich Stravinsky,. El estrepitoso golpe detuvo el aliento de la orquesta, del ballet y de la audiencia, que ya se encontraba suficientemente impactada. Con los ojos como discos de pizarra, algunos a través de sus prismáticos, contemplaron durante unos segundos el dibujo de su camiseta de tirantes, la mugre de sus zapatillas deportivas, los tétricos tatuajes, el desaliño de su rizada melena y, sobre todo, el brillo de sus muñequeras de pinchos. A pesar de que la orquesta había dejado de tocar, muchos de los presentes interpretaron que la abrupta aparición de Josito formaba parte del espectáculo. El pánico, el espanto se apoderó de la sala, que fue inmediatamente desalojada entre abucheos y protestas. Un par de gentiles burgueses bajaron de sus palcos expresamente para propinar, indignados, varios puntapiés y numerosos golpes de bastón en las costillas de nuestro sufrido heavy, todavía aturdido por la caída. Cuando recobró el conocimiento, Josito no se acordaba de nada. Sólo sentía el dolor en el cuerpo y la satisfacción de haber cumplido su propósito.
5 comentarios:
el brillo de sus punzantes muñequeras, sobretodo.
Josito es clavao físicamente a Santiago Segura en el día de la Bestia, qué fuerte.twor
Martukein
Josito .... no bebas tanto que te teletransportas!!!!!!!!!!!!!!!
Oish, el Josito!! Qué quincorro!!
molt pro
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