lunes, 5 de enero de 2009

Sinué del Mossard y el elixir del amor























No recuerdo qué hacía en una librería. Aunque afuera llovía a cántaros. Siempre me ha intrigado esta expresión. ¿Se imaginan una lluvia de cántaros? No ganaríamos para dolores de cabeza. A lo mejor buscaba un libro que me lo explicara… No cuela, ¿verdad? Bueno, de acuerdo, lo confesaré. Entré en la librería para ligar. Siempre está llena de chicas elegantes y finas. O alternativas. Esas hippies de diseño que parece que hagan un concurso de quién viste más colorines. En todo caso estaba confiado. Una amiga me había regalado una botellita de un elixir del amor, y aquella tarde me había embadurnado con ella. ¡Como que casi la acabé! ¿Desesperación? Lo acepto. Pero, ¿hay un diminutivo de botellita? ¿Botellititita? Vamos, que era tirando mucho, dos dosis. Y salí a la calle, como dice la canción, como un explorador y los pasos de la tarde primaveral me llevaron hasta la librería y el sudor de un gordo que se hacía el interesante con un tocho de cuatro mil quinientas páginas me llevó hasta sus manos… ya me estoy poniendo poeta, si es que no me soporto.
El caso es que en cuanto le vi las manos me enamoré de ella. Tiene dedos de lectora pausada, me dije. Un mechón de su peló me tapaba parte de la portada del libro, así que no lo dudé ante tanta poesía capilar y me puse a su vera. Vera verita veeeeera. Si es que cuando estoy inspirao Y cogí otro libro del mismo lote. Sinué el egipcio. Joder, qué chungo. Me sonaba a terrorismo. Intentaba leer la parte trasera cuando fue ella (¡sí, ella!) la que me dijo Dicen que es muy bueno, ¿te lo han recomendado? Joder con el elixir. He de pedirle a Nuri que me pille unos litros, pensé.
- Oh no, lo leí hace unos años. Es para regalar.
La verdad es que el elixir empezaba a resvalar por mi frente, porque yo, de Egipto, a aparte de las películas gringas y que caminaban de lado, nada de nada. Ni plim, resumiendo. Me sentí como cuando en la escuela te ponían un examen con una sola pregunta a desarrollar y no tenías pajotera idea… Pues venga, a improvisar o me como un cero. Me puse como un loco a elucubrar (manda huevos la palabra, pero apareció hace unas semanas en el Marca) aprovechando que ella parecía interesada en el libro y lo hojeaba (viene de hoja o de ojo, ¿eh listos?)
Para centrarme me puse optimista. Muy optimista, y me imaginé ligando con ella, casándome con quilos de arroz integral y teniendo hijos y todo... pero leyendo a escondidas todas la noches interminables tomos de historia de Egipto. ¡Incluso ilustrados! Que esos debían de pintar mucho… Buf, la verdad es que me entró un sopor... Debía encontrar un tema más facilón o la estaba cagando.
- Es una obra maestra de la política internacional moderna. De las cloacas del poder. Novelada, eso sí, pero de una verisimilitud impresionante.
Ella abrió los ojos como platos (digo yo que también hay platitos pequeños, ¿no?). Pero yo me quedé muy satisfecho porque había sido capaz de decir verisimilitud de un tirón, sin trabarme ni nada. Seguro que ja había impresionado.
- Hombre, y lo de Egipto -dijo.
- Es para despistar. En verdad Sinué era judío, israelita, y de los cabroncetes. Lo que pasa que vivió muchos años trabajando de espía en El Cairo. En verdad ni se llama Sinué.
Me pasé, ¿no?
- Pues chato, o me han aconsejado muy mal, o te estás quedando conmigo.
¿Qué decir? Pues la verdad.
- Tienes razón, estaba medio ligando.
- Pues cómo no te pongas una poción mágica, vas listo. Pero tú, ¿de dónde sales?
Y se marchó, con el libro en una de sus maravillosas manos de lectora pausada. Quizás si que el elixir era de una sola dosis. Bueno, en el fondo mejor. Más allá de prejuicios, seguro que ni sabe que los egipcios caminan de lado. De verdad.

4 comentarios:

Peskuezo de Eskuerzo dijo...

Mmmmm...! ¡Qué sutil combinación de mala baba y mala pata! Se conoce que ha leído a los clásicos de la horterada ibérica: Fernando Vizcaíno Casas y Alfonso Ussía. Con esas erratas y faltas de ortografía a propósito para adecuar fondo y forma está vd. llamado a convertirse en el líder del post-landismo literario. A mí siempre me echan en cara que me hago pajas cuando escribo, pero su cuento ha demostrado que es peor no hacérselas ¡Bienvenido! :-)

Y todo es vanidad dijo...

Post-landismo... mmmh, nunca me habían dicho nada más feo. ¡¡Me encanta!!

Y aquellos bizarros que le escupen a su ego lo de las pajas, usted no se preocupe, que mientras no salpique, hay que buscarle los agujeros al colador. Y los demás, ¡que se ahoguen!

Anónimo dijo...

¡Peskuezo, eres un sobrao y un pedante!

Peskuezo de Eskuerzo dijo...

Lo sé, perdonen las disculpas! :-)