Todos los dueños de los bares
están torciendo los gestos
y la sonrisa brota
en los labios de las camareras.
Al calor de la penumbra
de las mesas, las parejas
se están psicoanalizando
para poder desatarse los cordones
bajo el arcoiris de licores
que tal vez aparezca
en el cielo después de la tormenta.
En la barra, Jorge Luises y Oliverios
siguen arrendando oraciones
y por las ramblas bajan
torrentes de jorobaditos
con latas de aluminio
bajo el influjo irreversible del vudú.
1 comentario:
Sin palabras .....
K
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