Por las noches imagino el volumen
de su cuerpo y de sus gritos,
el calor de sus abrazos y posturas,
el sabor de su saliva y sus besitos.
Y enseguida viene Garcilaso de la Vega
con su uniforme marrón de policía nacional
y me incauta las drogas
y me tira de la cama de dos patadas en el culo
y me grita algo en latín,
algo que suena a carpe diem o a collige virgo rosas,
y me detiene
mientras aparece el viejo Sigmund
sentado en un sofá riéndose de mí
carcajeándose de mí,
como aquella vez que intenté perforar
una viga con la broca fina
de una taladradora prestada.
Por suerte, el butanero
me cura de todos los mordiscos
de las ratas de las alcantarillas
con su alarido de Tarzán en el psiquiátrico.
Abro los párpados y veo la luz
de una fantástica mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario