jueves, 16 de julio de 2009

Superdotado

Si alguna palabra me pudo fascinar durante la infancia era “superdotado/a”. Competía, y estaba casi a la par con “infinito”, concepto que me generaba una angustia digna de haber sido tratada durante un montón de sesiones por psicólogos infantiles que mis padres no se podían permitir. “Infinito”, pensaba. “Eterno”. Eso de que las cosas no tuvieran un principio y un final –el tiempo o el espacio, por ejemplo- me hacía perder los nervios. “¿Cómo puede ser”, -pensaba angustiada- “¿Cómo va a ser posible eso?”, y me mordía las uñas de esos dedos regordetes que tenía… En fin, que ya en la infancia apuntaba maneras de cierta personalidad obsesiva.

Pero volviendo a la palabra inicial, que era “superdotado/a”, es, ha sido y probablemente seguirá siendo siempre un concepto que llame mi atención. El ser humano, para qué negarnos, tiene pasión por lo hiperbólico, lo “super”, lo “hiper”, lo “mega”. Lo comparativamente grande, en definitiva. Así que nuestro mundo está lleno de super-rebajas, mega-descuentos y toda la hiperbólica cadena de prefijos que permiten compararse con el vecino para proclamar a gritos “que lo tenemos más grande, señora”.

La cosa es que, no sé si porque es una visión demasiado comparativa, demasiado masculina del mundo para mí, pero me siento incómoda con los mega-super-hiper-descuentos en esta época de rebajas y me refugio cuando he de hacer alguna compra, en los comercios tradicionales y discretos que anuncian sus ofertas con cartelitos pequeños, pulcramente escritos a mano. En uno de esos comercios, hoy he tenido la oportunidad de ver y comprobar cómo es de reconfortante la discreción, la contención y la modestia. Mientras pasaba por caja, me he fijado en un cartelito que decía “establecimiento dotado con sistemas de detección de billetes y tarjetas de crédito falsos”. Inmediatamente he pensado “¿Ves? Dotado. Sólo dotado. Ni super ni mega. Aunque tengan aquí una máquina conectada con la Interpol. Qué discreción”. Luego he comprobado que hay quien conoce bien sus limitaciones… Al entregar el billete para pagar, la señora que me atendía lo ha marcado con un rotulador, ha esperado unos segundos y ha dicho “correcto”. Simplemente. Sin más.
En algunos comercios, una puede recibir cada día toda una lección de terrenal lucha diaria contra la soberbia humana y tecnológica. Y gratis.
Ebi Tempura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y que viva la calidez en todos los rincones, muy bien dicho tempura!!!
Sigue disparando balas de plata!!! jijiji
Martukein

Ala maño dijo...

La filosofía dominante: "el burro grande ande o no ande". No nos engañemos, si hubieran podido poner "Establecimiento superdotado con sistemas blablabla" lo habrían hecho :-)