sábado, 15 de marzo de 2014

Una de quinquis







Las leyes de la frontera de Javier Cercas, Mondadori, 2012
 
La exposición Quinquis de los 80: Cine, prensa y calle (CCCB,2009) parece haber motivado la inspiración de esta novela. Y no me extraña, porque fue memorable. Le hizo recordar al autor sus años mozos y el skyline emocional de aquel imaginario colectivo. Dado que había estado documentándose sobre la España de la transición (para su Anatomía de un instante) y siempre salían en las revistas los quinquis, no pudo resistirse a componer un nuevo relato con ellos como protagonistas. La autobiografía de Juan José Moreno Cuenca (Hasta la libertad, ediciones B, 2001) y el libro de memorias Vint-i-cinc anys i un dia (Arallibres, 2009) del abogado penalista Carles Monguilod, también fueron otras de las fuentes en las que Cercas se documentó para la redacción de esta novela potente como el trompo de un 127. Este mismo mes se ha publicado su edición de bolsillo.

La novela plantea un brillante juego de miradas sobre el asunto central de la delincuencia juvenil. Se estructura en una serie de entrevistas, realizadas por un escritor desconocido, que prepara un libro sobre el atracador más famoso de la época Antonio Gamallo, el Zarco (obviamente inspirado en el Vaquilla) a varios personajes que estuvieron relacionados con él. Por un lado, el Inspector Cuenca, que consiguió empapelarlo por primera vez; o el director del Centro Penitenciario de Gerona. Por otro, el abogado Ignacio Cañas, apodado el Gafitas desde que en su juventud integró efímeramente, la banda de su defendido. Este armazón narrativo en forma de entrevistas, recuerda la forma de Soldados de Salamina, en la que el narrador también era un investigador, pero, en esta ocasión, sirve de mero pretexto para dejar a los personajes hablar y se limita a hacer las preguntas adecuadas. Tampoco aquí predomina un sermón moralizante. El lector debe sacar sus propias conclusiones.

El juego semántico que se establece entre los significados de los nombres o los apodos de los personajes principales (Gafitas-Zarco-Cuenca) corre paralelo a sus contrapuestas percepciones de la cuestión profunda que se trata: las causas del delito y las posibilidades de la reinserción social. La frontera entre las clases sociales y/o entre lo legal y lo ilegal, identificada por el protagonista con la serie japonesa La frontera azul (que fue emitida en el año 1978 en que se desarrolla la primera parte del relato) también es atravesada por el lector, en varias direcciones, cada vez que avanza a lo largo de los doce capítulos y el epílogo que forman esta novela tan fácil de leer como entretenida y necesaria.

Quizá haya quien le achaque una extensión excesiva como punto débil, pero la exhaustividad del autor por consignar el periplo biográfico del personaje sobre el que se indaga, exige el espacio que le dedica y eso que consigue evitar el morbo que podría haber suscitado su politoxicomanía. En la nota final, el autor reconoce que David Trueba leyó un borrador de la novela (y le dio consejos que le resultaron "utilísimos") Si, finalmente, este o cualquier otro realizador se animara a filmar una versión cinematográfica, el texto no le proporcionaría razones para mostrar una detallada escena con afiladas hipodérmicas intravenosas, al estilo de las que preparó, por ejemplo, Eloy de la Iglesia para ElPico. La obra no mitifica el consumo de drogas ni tampoco al "alegre bandolero", pero le otorga el lugar (y el tiempo) que se merece dentro de la Literatura (con mayúsculas)

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