miércoles, 19 de febrero de 2014

En la orilla

 Bucear con los ojos abiertos en el lodazal de la depresión económica después de la burbuja inmobliaria es un propósito difícil y sórdido como la novela que tenemos entre las manos. Su complejidad narrativa se organiza en tres partes que comienzan con un truculento hallazgo en la víspera de Navidad del 2010, narrado en tercera persona; continúan con el flujo de conciencia de una voz en primera persona que enuncia, diez días antes, un discurso torrencial interrumpido momentáneamente, por otras voces diferenciadas en tipografía bastardilla; y finalizan con un breve epílogo también en cursiva y en (otra) primera persona.

Escasas concesiones, poca amabilidad, pesismismo extremo. La parte central de la novela, más extensa que el resto, se desarrolla bajo el signo de la angustia, el desasosiego que atenaza a un personaje de la llamada clase media, fagocitada en la cadena trófica del neoliberalismo salvaje, pagadora de los platos rotos de esta debacle que todos conocemos como "crisis", protagonista de un proceso de empobrecimiento en algunos aspectos más devastador, por inesperado e indiscriminado, que el de la destructiva y fratricida Guerra Civil española de antaño.

La indagación psicológica en una mente transtornada por el derrumbamiento progresivo de sus expectativas, debido a la influencia de una realidad compleja, despiadada y dañina, resulta un ejercicio de altísima habilidad narrativa, de una lúcida imbricación entre forma y fondo. Una propuesta que avanza por el camino del realismo, aunque se aleja de códigos policiacos, para mezclar modelos clásicos y modernos de la literatura con la misma soltura con la que entreteje historias públicas con la intrahistoria de los personajes. Que nadie espere encontrar diversión entre sus páginas, sino el testimonio desgarrador de las víctimas de una organización social perversa y deshumanizada. 

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