viernes, 12 de abril de 2013

Arquímedes en el metro

Nunca se ve la misma cara dos veces /en el río del subway
Enrique Lihn “En el río del subway”, A partir de Manhattan, 1979

Hace unos días, cruzaba la ciudad en metro y en el vagón, había dos asientos libres al lado de una pareja de estudiantes que volvían de la Universidad. Ella, flaca con melena negra, él, robusto con barba poblada y gafas de pasta. Me senté enfrente. Él llevaba una camiseta roja con una media luna creciente. Ella una blusa de colores. Iban conversando aunque, el muchacho llevaba la iniciativa. No pude evitar escucharlo:

“El Principio de Arquímedes, güevón, “Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, recibe un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del volumen del fluido que desaloja.” La leyenda cuenta que, cuando Hierón II de Siracusa, encargó a Arquímedes averiguar si una corona, que el tirano había ordenado fabricar, era de oro macizo o llevaba una aleación más barata, se le planteó un gran problema, porque debía colegirlo sin destruirla, güevón. El sabio griego, fue a tomar un baño y al entrar en la tina, se dio cuenta de que el nivel del agua ascendía verticalmente hacia su cuello. En ese momento, tuvo la iluminación de sumergir la corona en un líquido, para determinar el peso del material de la joya y concluir si realmente era de oro. Tanta fue la alegría que experimentó, güevón, que salió corriendo desnudo por las calles gritando “Eureka”, o sea “¡Lo encontré!”

Reconocí el acento al instante (un acento que no sería capaz de reproducir) No pude abstenerme de intervenir. “Disculpen la interrupción, pero, ustedes son chilenos”. Los dos asintieron. “¿Me permiten una pregunta?”, “Por supuesto”, dijeron “¿cómo no?”; “¿Cuánto tiempo llevan aquí?”; “Llegamos a finales de enero del año pasado” dijo el muchacho. A lo que yo no pude dejar de replicar: “¡Qué curioso! ¡Ya es casualidad, conozco a un chico chileno, bastante amigo mío, que regresó a su tierra, ahora ha hecho un año, a principios de marzo del año pasado.” Me miraron con simpatía: “Bajamos en esta. Que vaya bien. Y salude a su amigo de parte de unos compatriotas”, me dijeron mientras se apeaban en el andén. “Así lo haré. Muchas gracias”.

2 comentarios:

Emigrante no hay camino dijo...

Un año ya.... Increible, las cosas que han pasado en un año.......

Unas cuantas dijo...

Ya te digo...