A Fray Luis de León
¡Qué emocionante vida
la de quien oye el habitual
ruïdo
y sigue la prohibida
senda que han seguido
las solidarias que en el
mundo han sido!
Que no envidian, de hecho,
de los ricos, su bien
atesorado
ni del mejor derecho
se admiran, decretado
del zafio trono, en oro sustentado.
Desconfían la fama
si menciona su nombre
zalamera
ni creen si se proclaman
de todas las maneras
mentiras inventadas por cualquiera.
¿De lástima está exento
vivir entre egoístas
redomados
si nos causa tormento
andar ensimismados
en carne viva, en policial
estado?
¡Oh manis, oh lemas, oh
gritos!
¡Oh pancartas con frases
ingeniosas!
Las luchas de los míos,
a su calor, os glosan
cambiando el viejo orden de las
cosas.
Un implacable sueño,
un buen futuro, alegre, libre
quiero;
no quiero este diseño
banal y chapucero
que preconiza el rango y el
dinero.
Despiertas las conciencias
con la justicia y el común
sentido;
no las indiferencias
de quien es retraído
solamente a su nombre y
apellidos.
Obviar quiero mi ombligo;
pisar quiero con fuerza en
cualquier suelo,
con gente, mis amigos,
sin miedo, sin modelos,
sin líderes, ni dogmas ni
señuelos.
Del pueblo en las afueras,
de mi mano pintado hay un
aserto,
aun de primaveras
en decepción experto,
se muestra en esperanza muy
despierto;
y, como escandalosa
por frase libertaria sin
censura,
desde las recelosas
más altas prefecturas
a borrarla corriendo se
apresuran;
y, luego, incomodadas,
cualquiera sospechoso
reprimiendo,
brutales andanadas,
porrazos repartiendo
que hacen a cualquiera huir
corriendo.
La unión, la calle amplía
y brilla ese matiz comprometido;
la cabecera guía
el inmenso rugido,
que de silencio y miedo pone
olvido.
Reprueben sus valores
quienes de falsas voces se
confían;
no son nuestros horrores
creados sin manías
por una intolerable
oligarquía.
La muy maltrecha arena
sufre, y en síntesis espera
la utopía,
una zona sin pena
ni clases, un buen día
en que humano sea ideología.
A mí, una sencilla
mesa, con una dieta
equilibrada,
me da tanta vidilla:
justicia conquistada
y gente de sus yugos
liberada.
Y cuando miserable-
mente alguien se imagine
devorando
con fauces insaciables
como monstruos nefandos
me encuentren al acecho
esperando.
Acecho colorido,
en mis contemporáneos
inspirado,
agudos los sentidos
en asamblea obrado
contra los sinsentidos
descarados.
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