sábado, 23 de febrero de 2013

CANCIÓN A LA VIDA SOLIDARIA



                                                 A Fray Luis de León

¡Qué emocionante vida
la de quien oye el habitual ruïdo
y sigue la prohibida
senda que han seguido
las solidarias que en el mundo han sido!

Que no envidian, de hecho,
de los ricos, su bien atesorado
ni del mejor derecho
se admiran, decretado
del zafio trono, en oro sustentado.

Desconfían la fama
si menciona su nombre zalamera
ni creen si se proclaman
de todas las maneras
mentiras inventadas por cualquiera.

¿De lástima está exento
vivir entre egoístas redomados
si nos causa tormento
andar ensimismados
en carne viva, en policial estado?

¡Oh manis, oh lemas, oh gritos!
¡Oh pancartas con frases ingeniosas!
Las luchas de los míos,
a su calor, os glosan
cambiando el viejo orden de las cosas.

Un implacable sueño,
un buen futuro, alegre, libre quiero;
no quiero este diseño
banal y chapucero
que preconiza el rango y el dinero.

Despiertas las conciencias
con la justicia y el común sentido;
no las indiferencias
de quien es retraído
solamente a su nombre y apellidos.

Obviar quiero mi ombligo;
pisar quiero con fuerza en cualquier suelo,
con gente, mis amigos,
sin miedo, sin modelos,
sin líderes, ni dogmas ni señuelos.
  
Del pueblo en las afueras,
de mi mano pintado hay un aserto,
aun de primaveras
en decepción experto,
se muestra en esperanza muy despierto;

y, como escandalosa
por frase libertaria sin censura,
desde las recelosas
más altas prefecturas
a borrarla corriendo se apresuran;

y, luego, incomodadas,
cualquiera sospechoso reprimiendo,
brutales andanadas,
porrazos repartiendo
que hacen a cualquiera huir corriendo.

La unión, la calle amplía
y brilla ese matiz comprometido;
la cabecera guía
el inmenso rugido,
que de silencio y miedo pone olvido.

Reprueben sus valores
quienes de falsas voces se confían;
no son nuestros horrores
creados sin manías 
por una intolerable oligarquía.

La muy maltrecha arena
sufre, y en síntesis espera la utopía,
una zona sin pena
ni clases, un buen día
en que humano sea ideología.

A mí, una sencilla
mesa, con una dieta equilibrada,
me da tanta vidilla:
justicia conquistada
y gente de sus yugos liberada.

Y cuando miserable-
mente alguien se imagine devorando
con fauces insaciables
como monstruos nefandos
me encuentren al acecho esperando.

Acecho colorido,
en mis contemporáneos inspirado,
agudos los sentidos
en asamblea obrado
contra los sinsentidos descarados.

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