
Las 11 en punto de un día laborable. Para.lel esquina Nou de la Rambla. Nada nuevo. Espero a una amiga para ir juntos a Hacienda (apasionante, sí). Aprovecho su leve tardanza para observar el panorama. La típica fauna sentada en la terraza del rincón del artista; algún homeless en la puerta del Arnau; un subsahariano que arrastra un carrito de hipermercado haciendo malabarismos con hierros y colchones; Raquel Meller, la violetera, imperturbable no parece conmoverse desde su pedestal. Difícilmente alguien ya se se conmueve.
Aprovecho la tardanza para sacar dinero del cajero, ese lujo postmoderno. El que da al exterior está ocupado, así que pruebo dentro. Aunque hay una sola persona y dos cajeros, la puerta está cerrada. Pruebo y sí, está cerrado. No insisto.
Alguien más se suma a la mini cola que se forma para esperar. Me mira interrogativo y señala para dentro. Sí, ha cerrado con el pestillo. Ponemos cara de póquer.
El de dentro es un hombre de unos 60 años, chaqueta gris barata, poco pelo y revuelto, zapatillas deportivas blancas sin marca, espalda encorvada. Maneja con torpeza una libreta de ahorros (¿todavía se dicen así?). Pasan los minutos y por fin el de dentro guarda su libreta. Saca el pestillo (gran palabra, para mí con reminiscencias de dulce malagueño) y nos habla con un gran vozarrón.
- Te voy a explicar porqué he cerrado –nos dice muy cabreado.
- No tiene que darme explicaciones. Todo bien –le digo.
- ¡Siendo yo chori del barrio! -grita medio indignado-, pero de toda la vida, hace unos meses me atracaron y me pirlaron 600 euros. Hay mu mala gente.
3 comentarios:
No llegué tarde,sino que tu llegaste temprano..
Si es que hay mu mala gente!!!
Grande. Muy grande.
¡¡¡Abuelo, Maki, que los chorisos están por dentro!!!
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