viernes, 28 de agosto de 2009

Sin culpas

Desde hace años tengo la sensación de que Mafalda es una de las mejores filósofas de cabecera que nadie pueda tener. Para casi cualquier ocasión, hay siempre una tira de Mafalda que me viene a la cabeza y que me recuerda que la rutina y la ordinariez de la existencia humana son tristemente extensibles a todos y a todas en muchos momentos (algunos más que otros, claro está), pero Mafalda consigue concretarlo con humor directo y una sencillez extraordinaria en el mensaje. Estoy convencida de que hay mucho filósofo escondido entre los dibujantes de tiras cómicas y que muchas veces no somos conscientes de hasta qué punto, a través del humor, se puede plasmar con nitidez lo absurdo y ridículo de tantas de las cosas que asumimos como normales cada día.

En una de las tiras de Mafalda que recientemente me ha venido a la cabeza, ella aparece en una playa con su familia, pensativa, y de pronto exclama: “es curioso: cuando una ve a la gente en vacaciones, parece como si nadie tuviera la culpa de nada”.
Este verano he tenido la oportunidad de observar a la gente en vacaciones, desde la distancia, con una visión de conjunto, como cuando vas al cine y te sientas de la mitad hacia atrás, y lo que he observado es que, en ocasiones, el veraneo no es esa época del año tan fantástica que nos empeñamos en esperar durante once meses. Las vacaciones, a menudo, están plagadas de rutina, de ordinariez y de aburrimientos ritualmente repetitivos. No sé si por regodearme en la mierda, por no sentirme tan mal en la vuelta al curro, o quién sabe por qué oscura razón, me he dedicado este verano a observar alrededor intentando buscar signos de infelicidad vacacional. Lo sé: qué terrible y mezquino pasatiempo… Pero pasatiempo al fin.

Una de la imágenes de infelicidad más repetidas que he visto ha sido la de sufridas madres que ejecutaban a sus retoños con miradas furibundas, sus bocas en tensión, creando un incómodo silencio que destilaba un “Dios mío, quién me mandaba a mí”, tan atronador como los berridos del retaco. Familias enteras se tambalean en ese momento, al ritmo de los sollozos del crío: recriminaciones entre la pareja, miradas incómodas de los abuelos y los cuñados, que huyen a sumergirse en el consuelo de la jarra de sangría.

Otro clásico nefasto: el menú del bar restaurante de playa y, en concreto, sus fotos. Esas fotos que, en su momento, un esforzado profesional sacó a los platos combinados de la carta, y que tras horas de sol, intemperie y cambios tales como la caída del muro y la Perestroika, verdean alegremente en las terrazas de la costa, desde Finisterre hasta el Cabo de Creus. A veces, en esas mismas terrazas suena música antigua y no tan antigua, como alguno de los hits de Michael Jackson, y se intuye que por la mente de muchos corre esa fugaz sensación que tiene quien está vivo, de saber que ha superado al muerto, a pesar de su dinero y de su enorme fama. Nuevamente, una terrible mezquindad… no por ello menos humana.

Pero lo importante es que, en apariencia, y pase lo que pase, en vacaciones nadie parece tener la culpa de nada. Y si la tiene, tampoco pasa nada, porque la culpa siempre es eso que se reparte entre los otros. Y en Valencia, por ejemplo, en una extraordinaria vuelta de tuerca más, han aprendido que a pesar de la culpa, en vacaciones o no, se puede seguir adelante con todas las de la ley.

Ebi Tempura

3 comentarios:

Peskuezo de Eskuerzo dijo...

Lo cierto es que la culpa es un sentimiento tan dañino que el 99% de los psiquiatras recomienda deshacerse hasta de sus más remotos indicios. En cualquier época del año. Con un mínimo de sentido común tratamos de evitar asumir nuestra responsabilidad en los diferentes desaguisados en los que estamos metidos hasta el cogote. Para no sufrir. Es el egoismo. Algo de lo que sabe mucho, pero no sólo de ahora, la cleptocracia valenciana. Si los pillara Mafalda seguro que no se reirían tanto!

Trenkapins dijo...

Curiós el que expliques, Ebi. En el meu cas hi podria afegir que m'he trobat observant com, en certs ambients, particularment en els "pijils", pel que he vist, aquesta manca de culpa es converteix també en manca de responsabilitat. El personal senzillament se sent com si tot estigués permès. Per exemple: un energumen que es presenta a Cadaqués a la platja amb el gos. Quan algú, francament cansat que l'animal fes el que li venia de gust, li va recriminar, encara va tenir els collons de dir-li que es fotés. O a Llafranc, un individu amb una moto aparcada en una zona prohibida on impedia el pas, que salta com si tingués un resort quan un cotxe -que passava pel lloc que tenia designat- la tomba. No vull aparèixer com un lector de La Vanguardia -entre d'altres coses perquè no ho sóc-, però em sembla que, precisament, l'ambient vacacional fa que la gent es torni encara més egoïsta...

Ebi Tempura dijo...

Trenka, m'has recordat fa un estiu a Cadaqués, quan una nena petita em va passar per sobre de la tovallola a la platja, deixant-hi petites petjades de sorra ben marcadetes... Quan em vaig girar esperant una certa disculpa o almenys certa incomoditat per part dels pares, em van dir "els nens, ja sé sap... Es lo que hay". Sí, noi, potser tens raó. La gent creu que estar de vacances significa fer el que et passi pels collons, més enllà de si molestes els altres o no. Ah! Jo tampoc llegeixo La Vanguardia... Només faltaria.