jueves, 25 de junio de 2009

Vacío onírico

Me lo encontré en el metro de buena mañana. Iba con la mirada perdida. De hecho, no me vio. Fui yo quien le saludó. Cuando le pregunté qué tal, me contó que esa noche había tenido un sueño que seguía inquiétandole entonces. Había soñado que estaba subido en un andamio con el director de su empresa. El viejo líder corporativo estaba tan tranquilo sentado temerariamente en un tablón, mientras que él se hallaba sujeto con las dos manos a una barra de hierro. Una insoportable sensación de vértigo le impedía descansar porque sentía un miedo desbordante. Le sudaban las manos, le temblaban las piernas y sentía que resbalaba. No podía evitar la caída, pero el momento se dilataba amenizado por la charla desenfadada de su jefe. No sé porqué estás tan nervioso, no sufras, vas a caer de todas maneras, son las cosas del mercado, cuando se puede se gana, cuando no, se pierde y ya está... Todo eso le iba diciendo con una crueldad que, a todas luces podía pasar por inocencia. Llegó el momento y se soltó. Se produjo la caída. Siguió el vacío. Pero, no le dio tiempo a pensar. Cuando quiso darse cuenta, se encontró en el suelo, de pie. Había sobrevalorado la altura del andamio donde estaba. No había casi distancia entre el lugar donde estaba colgado y la tierra. Ninguna razón justificaba su miedo. Por eso, iba al trabajo reflexionando sobre los mensajes que le enviaba su inconsciente. Llegamos a mi parada y bajé. Él siguió en el vagón unas cuantas estaciones más. No lo he vuelto a ver después de aquella mañana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bonita metáfora sobre los roles en el mundo de la empresa y la seguridad, pero qué mal rollo... ¿Por qué en los sueños nunca hay arneses que le sujeten a uno cuando sabe que va a caer? Ebi Tempura