En el marco del II Simposio Internacional de Literatura Comparada organizado por la Universidad de Virginia en 1999, Deogracias Iturbe, becario longevo del Departamento de Literatura Francesa de la Facultad de Filología de la Universidad de Pontificia de Navarra, presentó, aproximadamente a las 12’45 de una estupenda mañana de abril, una comunicación titulada Aproximación al sentido de la letra de Hotel California en versión del conjunto Gipsy Kings. Según supe después, su ponencia era el resultado de escasas jornadas de estudio porque, como él mismo me reveló, su aproximación se había producido por el lado práctico, ya que había nacido en el seno de una familia merchera del sur de Francia y conocía a la perfección el modo de hablar castellano de los gitanos gabachos. Además, el veterano becario pertenecía a la tuna de la Universidad desde el día en que formalizó su matrícula, lo que es decir muchos años antes, tal vez demasiados y por tanto, conocía las canciones “desde dentro”. Así que con la transparencia de una transcripción fonética de la versión que iba a comentar y la fotocopia de la letra original en inglés, junto con la que cantó el grupo francés, tuvo material suficiente para emprender su puesta en escena.
Para pasmo de los asistentes, entre los que yo me encontraba, el curioso individuo subió al estrado con una guitarra clásica e interpretó las dos versiones con una asombrosa habilidad para la imitación de los registros, una pronunciación envidiable y una extraordinaria ejecución técnica, tanto para la balada como para la rumba. Todo ello, en un corto espacio de tiempo que no superó la decena de minutos. Pero, lo más desconcertante llegó a la hora de hablar del significado de la canción. Una vez hubo fijado las palabras que componían el tema musical, apoyándose en la lectura simultánea del texto en inglés y en castellano, afirmó casi sin pestañear que lo que, en definitiva, componía el grueso del mensaje, era la advertencia de que la lujuria y, en concreto, la que se consigue mediante pago previo, era desaconsejable para el ser humano, pues era como una cárcel de la que no se puede salir, que, en un primer momento, te da la amable bienvenida, como se aprecia en el coro, pero que después te impide volver a vivir exento de vicio y de culpa. Así, sin más argumentación, sin profundizar en absoluto. Me pareció más el discurso de un párroco temeroso de Dios que el de un universitario aplicado y competente.
Aquel investigador dedicó mucho más tiempo a sermonear al público que a comentar aspectos lingüísticos o históricos relevantes de las composiciones, como la autoría de las letras, el misterio de la traducción al castellano, la relación entre ambos grupos, la pronunciación anglófona de Nicolás Reyes, el origen de la palabra “colita” o incluso el mismo sentido que anunciaba el título. Cuando acabó, dio las gracias y recibió el aplauso más sonoro que se escuchó en aquellas jornadas. Recuerdo que el tipo sonreía de manera muy simpática y levantaba la mano derecha mientras miraba al cielo. No hubo preguntas ni intervenciones. Era la hora del almuerzo. Conseguí sentarme a su lado en el comedor universitario y entonces fue cuando me explicó su historia. La verdad es que no me hacía falta conocerla para saber que era un jeta de marca mayor. Tras tomar el café y fumar unos cigarrillos rubios en los jardines del campus, Deogracias me propuso pagar a medias un automóvil de alquiler para visitar juntos el Casino Relax Inn de Richmond.
Aquel investigador dedicó mucho más tiempo a sermonear al público que a comentar aspectos lingüísticos o históricos relevantes de las composiciones, como la autoría de las letras, el misterio de la traducción al castellano, la relación entre ambos grupos, la pronunciación anglófona de Nicolás Reyes, el origen de la palabra “colita” o incluso el mismo sentido que anunciaba el título. Cuando acabó, dio las gracias y recibió el aplauso más sonoro que se escuchó en aquellas jornadas. Recuerdo que el tipo sonreía de manera muy simpática y levantaba la mano derecha mientras miraba al cielo. No hubo preguntas ni intervenciones. Era la hora del almuerzo. Conseguí sentarme a su lado en el comedor universitario y entonces fue cuando me explicó su historia. La verdad es que no me hacía falta conocerla para saber que era un jeta de marca mayor. Tras tomar el café y fumar unos cigarrillos rubios en los jardines del campus, Deogracias me propuso pagar a medias un automóvil de alquiler para visitar juntos el Casino Relax Inn de Richmond.
4 comentarios:
Que grande y que risas... Prosa in your face...
Avísame cuando hayan estos simposios ...sobre todo si son sobre versiones de los Gipsy.... de los cuales rescato..... 2 canciones, entre la cuales la mentada en el relato...
Brandon
Sencillamente, me encantó!!!
Martukein
Grandísimo...!! La sister.
plas plas plas
Publicar un comentario