(La Asociación Clandestina de Románticos del Vinilo me ha hecho llegar este cuento para que lo publiquemos en esta santa web. Que lo disfruten)
A Carlos de la Peña
¡CARAJO CON EL CAMBALACHE! Ya estoy hasta las pelotas… Aquello ocurrió aquí. Fue una de tantas noches etílicas que pasé en esta ciudad. Debió ser hacia el noventa y siete. Caramba compadre, cuánto hace que no vengo por aquí.
Dos años ya.
Llàtzer me lees el pensamiento, amigo mío. Llevas mejor la cuenta de los años que de las birras. Yo también me acuerdo mucho de ti.
Un amigo es algo más que un cliente. A veces pregunto por ti.
Aquí me tienes. Ponme otro tercio cuando puedas, por favor. Van cuatro..
Voy al baño. ES AQUÍ. Eso pone en letras grandes encima de la puerta de los lavabos. Todavía están los mismos cartelitos para que los clientes tengan claras las normas de permanencia. Nada de drogas, ni consumir ni preparar. Está prohibido por las autoridades. Aquí se paga por adelantado y se respeta al vecindario. Caramba compadre, ya estoy de nuevo en la banqueta y a decir verdad, ya voy un poco alegre. Llàtzer charla con los recién llegados y les pone unas copitas. Apreso mi botellín frío.
Sí. ¡CARAJO CON EL CAMBALACHE! Ya estoy hasta las pelotas… A ver. No se trataba de pedir amablemente un bis o de la típica sugerencia. Se trataba poner a prueba al cantante de tangos al acabar cada pieza “¡CAMBALACHE!, ¡CAMBALACHE!” Si uno supiese leer en el carácter de aquel viejo borracho argentino, mal hablado y con enormes patillas blancas, que a pleno pulmón se desgañitaba tras la barra: habría entendido a la primera. ¿Dónde estaba Llàtzer? ¿Dónde estabas?
Haciéndoos señas para que vuestra amiga desistiese.
¿Ahora también lees en mi recuerdo? Bueno, puede ser. Yo iba a lo mío, por una vez. Qué quieres que te diga, esa es la historia. Si hubiéramos sabido que aquel tipo era el gran Carlos. Si hubiéramos bebido menos aquel día. Tú bebes poco y siempre andas sereno. Y eso limita tu capacidad de comprensión. El que conduce no bebe. Pero fumas como un carretero, sin mala conciencia, sin miedo. Tampoco pones fronteras a la música y siempre exiges máximo respeto. Por eso estuviste tan arisco aquella noche. El viejo cantó muchos tangos a su manera. No le habría costado nada complacer al respetable en lugar de cagarse en los hermanos Discépolo. Sin embargo, a mí me encantó su carisma y su concierto. Aquellas canciones olían a whisky.
¿Vas a pedir? Voy enseguida.
Ya que estás ahí ¿puedo hacer una sugerencia?
Si lo tengo… hecho, en cuanto termine esta canción.
La elección es buena, pero no del gusto de la muchacha morena que se ríe con sus amigos tras haber sido servidos. No sé qué tipo de gustos tendrá, pero sé cómo funcionan las cosas aquí. Llàtzer tiene una enorme colección de vinilos, que conoce a la perfección. Ama la música y no le falta sinceridad. Jamás repite dedicatoria y ésta siempre es original. En pocas palabras: sabe cómo hacer un halago. Llàtzer también tiene sus debilidades, pero el cabroncete tiene siempre respuesta para todo.
Es para arrancar una sonrisa.
Qué grande eres. Esas tardes enteras dibujando músicos con sus instrumentos en cartulinas blancas sobre la barra. Nunca te vi hacer fotos en las veladas musicales que organizabas, por eso, creo que las actuaciones que pintabas con tantos colores, se desarrollaban tan sólo en tu imaginación y antes o después, acababan saliendo a la luz. Nunca expusiste. A mí, nunca me regalaste un dibujo. Claro que yo tampoco lo quería para nada. No me gustaban. No eran buenos y lo sabías a la perfección.
Aquella noche, digo, te vi hacer dos cosas. Cuando el viejo abandonó la barra para largarse del local, dejaste un trozo de cartulina frente a la muchacha con el desquite desenfadado de un comentario. No supe qué dijiste. Ni vi el dibujo ni leí la nota. Pero, acto seguido, fuiste en busca de la canción que acababas de dedicarle. Eso sí lo oí. Y no era precisamente el Cambalache.
6 comentarios:
Fray, gran camarada e ilustre amigo. Me vas a perdonar el atrevimiento y la ignorancia de mi parte pero tengo la necesidad de decirte que no he entendido absolutamente nada de este post... Como diría mi padre: eeeeiiiiinnnn?
A ver el yayo cantarín qué tiene que ver con la asociación de románticos del vinilo? Y Llàtzer que hace en Buenos Aires? Como le llaman en Argentino? Shasérrr?
No sé, la cosa me ha dejado con la sensación como de cuando no te acuerdas del nombre de algo y por mucho que lo intentas no te viene la palabra a la cabeza...
Martukein
Querida Martukein: No tengo nada que perdonar. La Asociación esta del Vinilo me mandó el relato para que lo publicáramos y la verdad yo no sé mucho de ellos. Lo único que sé es que Carlos de la Peña es un cantante argentino que ha estado muchos años actuando en la ciudad de Valencia. Debe ser alguna anécdota que le sucedió por allí o por allá. Los redactores del texto pueden estar contentos con tu comentario porque aunque no hayas entendido nada, por lo menos has tenido una sensación, no demasiado agradable, es cierto pero sensación al fin y al cabo. Muchas gracias por comentar, los chavales te lo agradecen!
Ostras, pero ¿me lo dices en serio? Yo pensaba que lo escribiste tú y que la Asociación de Románticos del vinilo era una invención que formaba parte del cuento.
... Qué inquietante, todo.
Fray, no te estarás quedando conmigo, no?
O lo que es peor, no tendrás amigos imaginarios, no? Es de preocupar...
Chiquillo, ya me contarás la historia esta porque es todo un expediente X!
Martukein
El cuentecillo fue una tentativa reservada a "cierto" anonimato. En calidad de un ejercicio breve y libre, aunque con vistas a meditar el resultado y sacar fuerzas para realizar algo más ambicioso. En desagravio a Fray, fui yo quien se sintió extrañado: "¿Puede no entenderse el cuento?" Pero, también como él, agradezco al menos una lectura que ya lo vale todo: ¡Espero que en el futuro mejoremos!
Hola! Anda que ya me vale, yo aquí haciendo comentarios alegremente, sin matiz ni nada, ala! Pero tampoco os lo toméis al pie de la letra, eh? Que mis comentarios fueron muy exagerados!
Espero que sigais escribiendo,
Saludos!
Martukein
Y al final, Carlos de La peña cantó el CAMBALACHE:
http://www.youtube.com/watch?v=meHIGDdK9dI&feature=related
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