Carezco de la competencia cultural suficiente para juzgar de forma justa esta peli. No leí la obra homónima de Nietzsche, he visto poco Bergman o Tarkovsky y menos todavía Strindberg. A pesar de mis escaseces me voy a meter de nuevo a comentarista de pelis porque este rollo de celuloide no deja indiferente. No es una cinta agradable. Hay que echarle agallas. Paso de contar lo que sucede porque podéis encontrar la sinopsis en un click, pero en cuatro capítulos, un prólogo y un epílogo se desenvuelve un impactante metraje que da para reflexionar bastante y desde puntos de vista tan variados como reacciones posibles: desde quien sale de la sala gritando improperios hasta quien aguanta hasta el final y además le gusta. Pero eso no es decir demasiado porque pasa con casi todas las películas (de von Trier) El debate se centraría en el guión, en las tesis de la película porque su hechura es impecable. Sobre todo, en dilucidar si las acusaciones de misoginia están fundamentadas o no. Hay que tener en cuenta que el director ha declarado que para escribirla, tiró la razón por la borda y que no tiene porqué justificar la película. Entonces, tampoco vamos a hacerlo nosotros, pero si algo nos sirve habrá que aprovecharlo.
Lo primero que a mí me sirve es la creación de unas potentísimas imágenes. También la utilización de la simbología bíblica en beneficio de un ejercicio valiente de transgresión. La ruptura de las fronteras entre géneros cinematográficos y la apuesta decidida por pensar sobre los miedos y deseos de la especie humana de manera total con el fin de contestar a las mismas sagradas escrituras, no son para menospreciarlas. En cambio, es contradictorio que una propuesta estética tan radicalmente diferente acabe por transmitir lecturas o permita interpretaciones tan sospechosamente semejantes al discurso dominante ¿Necesitan realmente las mujeres esa (auto)crítica hoy? ¿es Lars von Trier quien necesita subirse a un avión de una vez por todas? o ¿es que no me he enterado de la película?
Lo primero que a mí me sirve es la creación de unas potentísimas imágenes. También la utilización de la simbología bíblica en beneficio de un ejercicio valiente de transgresión. La ruptura de las fronteras entre géneros cinematográficos y la apuesta decidida por pensar sobre los miedos y deseos de la especie humana de manera total con el fin de contestar a las mismas sagradas escrituras, no son para menospreciarlas. En cambio, es contradictorio que una propuesta estética tan radicalmente diferente acabe por transmitir lecturas o permita interpretaciones tan sospechosamente semejantes al discurso dominante ¿Necesitan realmente las mujeres esa (auto)crítica hoy? ¿es Lars von Trier quien necesita subirse a un avión de una vez por todas? o ¿es que no me he enterado de la película?
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