viernes, 6 de junio de 2008

Como John Travolta en la película Brillantina

José Francisco Villena,de cuarenta y ocho años, casado, profesor de literatura en el instituto de secundaria Antonio López del Tarso en Palencia, intentó besar apasionadamente en la sala de profesores a la docente de Historia Leonor Vázquez, tras recitar un poema de Lorca.

Esta actitud azoró mucho a la joven -veinte años menor que su compañero- teniendo que emplearse a fondo para zafarse del acoso y abandonar apresuradamente el despacho.
A pesar del meridiano rechazo, José Francisco no cejó en su empeño y la persiguió por los pasillos en actitud trobadoresca, demostrando una extraordinaria agilidad particularmente caminando de espaldas a grandes zancadas. Si tuviera que buscarse un ejemplo en celuloide clásico hablaríamos a la sazón de la mítica escena de John Travolta en la película Brillantina.

El creciente rumor de los estudiantes que se agolpaban en las vidrieras hizo que el director del centro, don Constantino Esparza, natural de Valladolid, de cincuenta y seis años, se asomase al pasillo. Al percatarse de aquella bochornosa situación se dirigió al profesor para recriminarle su actitud y fue entonces cuando recibió en carrera una violentísima patada en el bajo vientre, provocándole lesiones de gravedad.

José Francisco fue despedido y en el juicio alegó que había sido drogado en la cafetería del propio instituto por alguno de sus alumnos y que había solicitado formalmente disculpas tanto a la profesora como al director aunque éste no había retirado los cargos por agresión y le reclamaba una indemnización de 300.000 euros por la pérdida de un testículo.

-¿Y qué le pasó al otro? ¿es verdad lo que cuentan? -preguntaba el novato profesor de química.
-Es todo rigurosamente cierto. En mi opinión la cagó con lo de la maestra vale, pero lo del director... sí, ¡ahí sí que se le fue la olla!... y es lo que te digo: no se puede subir a la sala de profesores después de ponerse hasta el culo de carajillos estando la Leonor como un quesín... venga vámonos- terció Amadeo tras terminar removiendo como un somellier y vaciando en el gaznate el poso del café.

Juanín y Segis sonreían maléficamente tras comprobar cómo el nuevo profesor de literatura ingería el último sorbo de café, que contenía un concentrado de éxtasis líquido extremadamente potente. Cargaron sus mochilas y se apuraron hacia la clase que comenzaba en cinco minutos. La siguiente víctima se dirigía a la sala de profesores y ya por el pasillo se había descalzado inexplicablemente y había lanzado uno de sus zapatos contra un crucifijo que colgaba en uno de los despachos anexos, el de Constantino Esparza, doña Constantina para los alumnos, apelativo cariñoso motivado por su atiplada voz tras el incidente del curso pasado con José Francisco.

3 comentarios:

Peskuezo de Eskuerzo dijo...

Parece que no, pero estas cosas pasan!!! La ficción empata a la realidad. You're the one that I want,uh,uh,uh,...honey!

flaperval dijo...

ese pasillo con las aulas acristaladas, mientras los alumnos observan en clase lo que pasa fuera, me retrotrae a mi juventud...

el texto bien se merece una continuación. ¿el ministerio de educación envió a José Francisco a Canarias a comer mojo picón? ¿qué fue de las juventudes de Juanín y Segis después de pasar (evidentemente) por media docena de reformatorios? ¿se reinsertaron? ¿o las drogas pudieron con ellos? ¿venden muebles art decó y billetes antigüos falsos los domingo por la mañana en el rastro?...

easy dijo...

GRANDE!

K